Buendianoticia 5.Blogspot.com

jueves, 16 de febrero de 2012

Francisco Vazquez. Sanfernandino. Notario. Historiador. Prosista. Poeta.

EL DESAFÍO
Cuento de: 
Francisco Vázquez.
 
Manrique, ha ofendido, grave y públicamente, a Apesteguía.

El desafío se hace inevitable.

La iniciativa le corresponde al ofendido, Apesteguía; todos saben que el duelo es inminente. 

Pasan los días;aún no ha ocurrido nada.
Apesteguía demora el desafío.
La ofensa fue pública, en ocasión de unas cuadreras; se ve que aguarda la próxima celebración para que su desquite también ocurra frente a nutrido público.
Su desquite ... o su total humillación.
  Apesteguía entretiene la espera afilando su faca;se pasa horas en un lugar notorio del poblado, con el asperón y una jarra de agua, dale que le das, afilando y afilando su cuchillo.

Eso lo ven todos;  también Manrique, que es lo que desea Apesteguía.
   Pasan los días, y la conducta del ofendido no cesa:

Amola y amola la ya afiladísima hoja de su facón.
Aquello es, sin duda, una guerra de nervios;
principalmente para su futuro contrincante.
Manrique va perdiendo la serenidad, y el sueño.Ver al otro permanentemente amolando el arma que sabe dentro de poco se empuñará contra él, le hace cosquillas al más pintado.
   Manrique tiene su arma, también, en condiciones.

Ya ha afilado su cuchillo, uno envenado con verga de toro, lo suficiente.
Y allí lo tiene en su vaina, a mano, listo para salir cortando.Lo que ve hacer a su rival sabe que es ilógico, irracional;que lo hace para sacarlo de tino, para hacerle perder la serenidad.
   Se acerca la próxima fiesta.

Habrá carreras, sortijas, guitarras, asado.
Todos esperan un duelo de los de viso.
El duelo a cuchillo es entre esa gente, una religión; un espectáculo que pica en ceremonia religiosa.
Desde muy mozos los hombres del lugar se amaestran entre ellos en el arte del "visteo":
Se untan con tizne el índice de la mano derecha, y se envuelven el brazo izquierdo con algún trapo o prenda.
Y allí comienza el ejercicio, los amagues, las fintas, los tiros a fondo.Las alpargatas, llenas de dedos y de pies en tensión, parecen que van a reventar.La gracia es tiznar el rostro del rival, si bien se cuenta por punto a favor la marca en el pecho.
El "visteo" es en el lugar, deporte popular, varonil y generalizado.
   El vasco Apesteguía tiene fama de raro, de original;  de cazurro y socarrón. 

A veces da que hablar, como cuando el otro día entró a votar por la ventana de la casa de los comicios.
Lo que le está haciendo a Manrique con el amolado de la faca es muy propio de él.
Y sigue con ello:A donde uno se encamine, ahí está él afilando su cuchillo:En el almacén, en la plazoleta, en el patio de la pulpería, en el atrio de la iglesia.El soniquete del filo ludiendo en la afiladera ya ha sacado de quicio al almacenero Enrique, al barbero Nicolás, al comisario Entralgo, y hasta al señor Cura Párroco.
   Llega el gran día, el de las guitarras, el del asado, el de las carreras ... ¡el del duelo! 

Hay que procurar que el señor Comisario no se entere, pues la "polecía" puede impedir el duelo;  o, si se entera, que se haga el oso.
Hay mucha gente, mucho pingo recién almohazado, mucho carro y sulqui.
Lucen las "chinas" las faldas vistosas.
Y cuando todo está en lo mejor ...
   Manrique y Apesteguía, frente a frente.

Se hace rueda, se abre cancha.
Alrededor, los mirones, los testigos; en el centro, los dos rivales.
El público se promete un desafío épico, inolvidable.
Esos duelos que suelen prolongarse a veces mucho tiempo.
De entrada suele ya correr sangre cuando uno de los rivales logra herir con la punta al rival en un brazo, en el pecho, incluso en una pierna.
Resabio del juvenil visteo, un alarde común es el chirlo en el rostro, que dejará marcado para siempre al rival en sitio inocultable, caso de salir vivo del lance.  Espectáculo, apetecido espectáculo; pan para fieras.
Todo está prevenido, todo en su punto.
Ambos rivales se envuelven el brazo izquierdo en alguna prenda de vestir, preferentemente el poncho; se paran separando convenientemente las piernas, para lograr un mejor arraigo, se miran a los ojos, cara a cara, con saña.
Apesteguía, el ofendido, entonces alza la voz:
   -Usté, Antenor Manrique, me ha ofendido en mi honor.Vengo hoy a lavar mi honra.

Desenvaine.
   El "retobao" Manrique saca de su vaina el largo, puntiagudo y afilado facón.

Apesteguía desenfunda entonces un trabuco naranjero, y mata al rival de un tiro.
¡El vasco Apesteguía, siempre tan original!